Tengo que irme.
No estoy donde debería estar y la urgencia de partir me remueve entera.
No estoy donde debería estar y la urgencia de partir me remueve entera.
Es tan lindo estar en otra parte, ser una desconocida de pelo negro y ojos distraídos.
Sonreír y pensar, ah, nadie sabe a quién me parezco cuando sonrío, ni quienes son mis padres. Nadie sospecha con quien duermo abrazada, ni se lo inventa si no sabe.
Sonreír y pensar, ah, nadie sabe a quién me parezco cuando sonrío, ni quienes son mis padres. Nadie sospecha con quien duermo abrazada, ni se lo inventa si no sabe.
A nadie, y este es el alivio más profundo, le afecta mi soledad, mis cambios de humor, mis desalientos.
Puedo, sin chistar ni ofrecer explicaciones, desnudarme en una plaza, besar las esquinas de sombra, bailar al son de música en balcones. Puedo atracarme de galletas, no comer una semana, beber sólo agua y no doblar mis pantalones por la línea del medio.
Y este sol, y cielo azul, y esta cerveza fría, no alcanzan a convencerme de lo contrario.
Todos ellos, diferentes, se pueden hallar en otras partes, los dioses saben que lo particular es universal, sólo que está en un lugar distinto al anterior.